Lamentablemente, hoy en día no. Se puede establecer un control de la enfermedad mediante el determinado tratamiento. Aun así, la esperanza nunca se pierde y hay muchas investigaciones abiertas para encontrar una cura definitiva. 

Lo más seguro es que así sea, aunque no necesariamente tiene por qué adquirir la enfermedad. Hay otras causas como la virosis, el estrés, la obesidad o el sedentarismo. De hecho, no es necesario que unos padres sean diabéticos para que su hijo/a si lo sea.

La mejor manera de saberlo es tener un control adecuado de nuestro organismo. La forma más sencilla y eficaz es un análisis de sangre y comprobar así los nieveles de glucosa. Hay algunos síntomas que pueden darte sospechas de sufrir la enfermedad. Se suele tener una sed insaciable, muchas ganas de orinar, visión borrosa, fatiga, perder peso fácilmente, hormigueo en las manos y los pies. Las heridas y cardenales pueden tardar más en cicatrizar. Muchas veces,por desgracia, se pueden tener problemas mucho más graves. Pero no hay que alarmarse si se lleva el control adecuado.